El Pabellón alemán de la Exposición Internacional de Barcelona (1929) fue obra del arquitecto germano Ludwig Mies van der Rohe (Aquisgrán (Alemania, durante su nacimiento Reino de Prusia), uno de mis
arquitectos favoritos y considerado uno de los grandes maestros de la arquitectura moderna junto a Frank Lloyd Wright, Le Corbusier o Walter Gropius, menos es más.
Su historia
Cabe destacar que Mies nunca estudió en ninguna escuela de arquitectura y empezó como aprendiz con el arquitecto y diseñador alemán Peter Behrens. Después de sus inicios en Alemania y tras trabajar en diferentes países de Europa, en 1938 decidió emigrar a Estados Unidos para ser nombrado director de la Escuela de Arquitectura del Instituto de Tecnología de Illinois en la ciudad de Chicago. Fue allí donde dejo a un lado las estructuras de hormigón armado y empezó a trabajar y experimentar con
edificios de acero y vidrio, característica principal de sus obras y uno de los sellos de identidad por lo que es reconocido, características reflejadas en el Pabellón.
La mayor parte de su obra en Estados Unidos la desarrolló en Chicago, donde gracias a las estructuras de acero podía levantar edificios más altos que los construidos hasta ese momento, lo que le permitió construir una gran cantidad de rascacielos en esa ciudad. De este dato llama la atención que Nueva York, ciudad capital de los rascacielos, apenas cuenta con obras de Mies.
El pabellón
Para la construcción del Pabellón, el gobierno alemán encargó a Mies van der Rohe (responsable juntamente con Lilly Reich) diseñar una estructura representativa para la sección alemana de la Exposición Internacional de 1929 en Barcelona, después de que Francia y Gran Bretaña decidieran
construir sus pabellones nacionales en la exposición. Para entender esta decisión, hay que hacer un ejercicio de abstracción y situarse en el contexto de la época, donde Alemania sentía la necesidad de demostrar que no estaba por detrás de esos países, ya que, formando parte de la Triple Alianza, había perdido la primera guerra mundial hacía escasos 11 años ante esos países (que formaban parte de la Triple Entente), viéndose los germanos obligados a firmar un armisticio ante la inminente derrota que se
avecinaba al haberse quedado sin aliados y tener a sus tropas muy debilitadas, además de sufrir fuertes sanciones en los años posteriores, generando el caldo de cultivo de lo que posteriormente, junto
con otros factores que todos conocemos, terminaría por desencadenar el inició de La Segunda Guerra Mundial. De allí la importancia que este Pabellón tenía para el gobierno alemán, más allá de un edificio,
el Pabellón debía ser un símbolo de su estatus frente al resto de países.
Para el desarrollo del proyecto, Mies no tuvo restricciones de normativa ni de ningún otro tipo, por lo que se pudo centrar en desarrollar una arquitectura pura, para lo que situó el edificio en una de las
rutas de la exposición siendo atravesado por esta e interrumpiendo este camino por el transcurso del edificio, facilitando la transición entre el interior y el exterior mediante la continuidad de sus espacios. La
lógica constructiva del pabellón, siguiendo una organización coherente, consistía en la simplicidad de colocar dos planos horizontales de proporciones adecuadas y formas geométricas simples. Como decía
Le Corbusier, “Las formas primarias son hermosas porque pueden apreciarse claramente”, este hecho era algo siempre presente en la arquitectura de Mies que, para el primero de los planos, levantó una
base de mármol travertino para resaltar la función representativa del edificio, sobre este plano, colocó otro para el techo, formando una terraza elevada que se apoyaba sobre pilares metálicos en forma de
cruz, característicos de Mies. Entre estos dos planos se colocaron muros de mármol y vidrio articulando los diferentes espacios, estos muros estaban liberados de portar cargas gracias a la estructura vertical
de pilares, consiguiendo la máxima optimización funcional, respondiendo así, por un lado, a la lógica del trabajo de los materiales, y por el otro a la lógica implícita en la formalización de los componentes. Con
todo esto, Mies superaba las reglas impositivas de la tradición académica, consiguiendo la máxima liberación en lo relativo a normas y convenciones, siendo este uno de los contenidos pragmáticos del Movimiento Moderno.
Como se recoge en Mies van der Rohe at work de Peter Carter “En Barcelona, Mies van der Rohe llevó sus ideas sobre la estructura y el espacio a una síntesis notable. Desde planos horizontales y verticales, materiales opacos y transparentes y construcción de esqueletos, creó un edificio de gran sentimiento poético, cuya posición en términos de desarrollo arquitectónico es innegablemente la de una obra seminal.” La diferencia entre los elementos portantes y de cerramiento convierten a la estructura en una auténtica obra de arte.
Entre los materiales utilizados para su construcción, de los que ya hemos nombrado algunos, se encuentran: los muros de mármol y ónix, el travertino, el vidrio y el acero cromado. Esta combinación de
materiales, de elección libre, pero siguiendo un rigor geométrico en los mismos, y la introducción del agua como material, permitía crear un complejo juego de transparencias, reflejos y brillos que sumaba
un gran valor arquitectónico a la obra. Según Valentín Trillo, “el Pabellón, es un edificio proyectado para un determinado momento del día, como si se tratase de un gran mecanismo solar”, según la hora del día la luz se proyecta sobre sus elementos arrojando una serie de destellos y reflejos, creando un juego de sombras que hacen percibir y sentir el edificio de una manera u otra. Esta sensación es algo indescriptible que debe vivirse visitando el propio edificio, es algo que no se puede percibir mediante
planos, el arquitecto mediante el disfrute de su obra busca emocionar a sus visitantes.
Mies utilizó una gran cantidad de materiales como los cromados, un muro de ónice, alfombra negra, mobiliario de diseño de cuero blanco, el trasdós de la cortina roja, un muro de mármol verde, un muro blanco lechoso, etc. dotando a la obra de una gran cantidad de colorido que no se podía apreciar en las fotografías en blanco y negro de la época. Mies en una ocasión fue preguntado sobre los materiales utilizados en el Pabellón, para lo cual respondió dejando una gran reflexión de lo que para él era la
arquitectura. “Me encantan los materiales naturales y las cosas metálicas. (…) Rara vez he utilizado paredes de colores. Realmente me gustaría dar la pared a Pablo Picasso o a Paul Klee para que la pintaran. (…) Si fuera subjetivo, sería pintor, no arquitecto. En la pintura puedo expresar lo que quiera, pero en los edificios tengo que hacer lo que tiene que hacerse y no lo que a mí me gusta.” Para Mies, cada material que usó en el proyecto tenía su fundamento, tenía su porqué, y no podía ser otro material, tenía que ser ese, no se trataba de una decisión azarosa. Como el propio Mies decía cuando se comparaba con Wright, “para hacer lo que él hace necesitas mucha fantasía (…) Yo voy por un camino diferente, intento ir por un camino objetivo”.
Años después del desmantelamiento del edificio, este pasó a ser considerado una de las obras más influyentes de la arquitectura del siglo XX y se impulsó su reconstrucción por parte de Oriol Bohiga desde la Delegación de Urbanismo del Ayuntamiento de Barcelona, con la designación de Ignasi de Solà-Morales, Cristian Cirici y Fernando Ramos para la investigación de los documentos gráficos y escritos necesarios para llevar a cabo esa importante tarea, por lo que hoy en día podemos disfrutar de tan maravilloso emblema.
Bibliografía consultada:
[1] DE GRACIA, Francisco, Pensar, componer, construir, Editorial Nerea, Donostia-San Sebastián, 2012.
[2] PUENTE, Moisés (Ed. versión castellana), Conversaciones con Mies van der Rohe, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1ª Edición, 5ª Tirada, 2016.
[3] POWELL, Kenneth, Los grandes Arquitectos, Lunwerg Editores, Barcelona, 1ª Edición 2012. Título original: The Great Builders. Publicado en lengua inglesa por Thames & Hudson, Londres, 2011.
[4] CARTER, Peter, Mies van der Rohe at work, Phaidon Press Limited, Nueva York, primera publicación 1974, reedición 1999.
[5] TRILLO, Valentín, Mies en Barcelona. Arquitectura, presentación y memoria, Universidad de Sevilla, 2015.
[6] VARIOS AUTORES, Mies van der Rohe 1886-1986. Nº6, Colección Monografías de Arquitectura y Vivienda. S.G.V., Madrid, 1986.
[7] LIZONDO SEVILLA, Laura, El valor de las exposiciones: el legado menos conocido de Mies van der Rohe para la Exposición Internacional de Barcelona de 1929. Grupo de investigación «Intervención en la
Arquitectura Monumental e Histórica». Departamento de Proyectos Arquitectónicos. Universidad Politécnica de Valencia. Fecha de terminación del trabajo: noviembre de 2012. Fecha de aceptación por la revista: diciembre de 2012.